Uno de los temas eternos que le causa a la mente mundana, frustración o entusiasmo, es el de las relaciones con aquellas personas que hemos elegido en la vida, a nivel familiar en forma kármica y bien provocadora y otros en las elecciones conscientes cotidianas.
Se entiende por relaciones, a toda aquella interacción con los personajes de nuestra vida, los protagónicos, los secundarios, los ocasionales, esos momentos en que entramos en sintonía o en explosión con el prójimo, que no es otra cosa que un espejo de nuestra propia evolución.
Una relación es sana, cuando ese contacto con la otra persona, saca de nosotros nuestra belleza, nuestra luz, nuestra verdad, nuestro amor, nuestra generosidad, la simpleza, el servicio, la entrega, el humor, la alegría y el entusiasmo de seguir creciendo juntos, complementando uno, lo que el otro aún no manifiesta y viceversa.
Pero si la relación con el otro, hace aflorar en nosotros, la fealdad, la vulgaridad, la violencia, la manipulación, la carencia, la demanda, la indiferencia, la frialdad, ese es un vínculo enfermo.
Piensen por un instante y analicen las relaciones claves de sus vidas primero, y después vayan a las más periféricas.
¿Cómo actúan ustedes con esas personas, cuando ellos aparecen en el día, en las situaciones que escribimos en esta telenovela perfecta, y tan provocadora, que no permite que nadie escape de sí mismo?.
¿Las relaciones con sus padres, con sus hijos, con sus parejas, con sus amigos y otros habituales, hacen que ustedes sean mejores personas y que la personalidad se adecue al Ser, en su esplendor?.
¿O solamente estancamos nuestros comportamientos, y la personalidad sigue suelta y causando karmitas dolorosos porque el Ser no logra reflejar aún su potencial?
¿Seguimos negociando nuestras vidas?. ¿O estamos dando, con tanta nobleza y conciencia, que recibimos más y más de la energía del universo en cada acto?. ¿Somos príncipes o mendigos? ¿Somos héroes o cobardes?.
¿El ejercicio de vivir nos fortalece y nos acerca a nuestra maravilla esencial, o solamente nos mantiene en una amnesia que se hace insoportable?.
La persona que en una relación da, porque ve al otro como una prolongación de uno mismo, se da a sí mismo en el espejo del otro, y siente también la alegría de fundirse en el acto en sí, sin esperar el reconocimiento o la devolución del otro, entra de lleno en el plano de lo incondicional, y sana su cuerpo físico, el mental y el emocional; es decir sana su vida.
Aquel que no espera nada a cambio, porque sabe que al amar en el aquí y ahora, ya recibió en forma simultánea mucho más que lo que el anhelo mental esperaba, comprendió que se hace dueño de su vida, y no especula con la posible devolución efímera de los demás para seguir sobreviviendo.
Tómense esos minutos de reflexión con ustedes mismos, la dicha que empieza a percibirse, no se compara en nada a los estímulos mundanos que duran cada vez menos.
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